jueves, 26 de diciembre de 2013

Reseña en Hablar de poesía


Memorias de la tierra manuscrita


Diego Bentivegna: Las reliquias 
Alción Editora
 
Que nuestra vida comienza antes de nuestro nacimiento es algo que percibimos en la infancia misma, cuando la avidez de leyenda echa a volar nuestra imaginación por los caminos de las historias laboriosas de nuestros abuelos, últimos náufragos de la ola migratoria europea. Que nuestra vida no concluirá con la muerte, lo constatamos a medida que transmitimos las formas de amor que nos han sido legadas, ya sea al educar a un hijo o al escribir un libro. La vida de todo ser humano se extiende más allá de los límites que señalan su nacimiento y su muerte; ascendientes y descendientes aumentan nuestros años y nuestra experiencia, añaden aventuras del pasado y sueños del futuro a nuestros días. De idéntico modo opera la poesía que veneramos, la poesía que memorizamos: trae voces de otros tiempos y de otras lenguas a la nuestra, ahonda nuestro horizonte intelectual, dilata nuestra percepción del mundo. Si bien este tipo de conjeturas autobiográficas y nemotécnicas no son muy frecuentes en la literatura de nuestros días, la poesía del tiempo sentido (esa que trabaja con la memoria) siempre le ha reservado una zona a la ensoñación de los orígenes, tanto ancestrales como literarios. La palabra “nostalgia” encierra en su etimología el secreto de ese proceder: regreso y dolor son las dos voces griegas que la configuran, nóstos y algia. Tal la sístole y la diástole que impulsa la escritura de Las reliquias.
Sorprende la calidad de este primer libro tardío de Diego Bentivegna, sorprende tanto por la entrañable potencia del sentimiento que impulsa su imaginación como por la enjundia de la escritura que lo realiza. Atrapa la índole de su inspiración, la singularidad de su “dictado de amor”, que nada tiene que ver con el arrebato, con los automatismos psíquicos o dialécticos. Las reliquias, en efecto, es un libro construido, pensado y elaborado a la manera clásica: tallado lenta y amorosamente en la madera del árbol de la memoria, árbol genealógico podríamos decir, tanto en lo que hace a vínculos de sangre como a afinidades literarias. “Es como entredormirse en la madera”, afirma el autor, “es el viento que gime / como legión de muertos que rodean la casa”. Esos muertos son sus abuelos italianos y las voces de algunos poetas de la misma lengua, especialmente dos de ellos, quienes redescubrieron con mirada pura y dolorosa la Italia humilde: Ungaretti y Pasolini. Al igual que Ungaretti, Bentivegna podría decir: ben nato mi sento / di gente di terra. También podría hacer suyo un verso de Pasolini: Io sono una forza del Passato. Sin líneas superfluas, con una coherente organización del material imaginativo, el volumen se impone como un todo concebido con inteligencia y realizado con arte. Seis capítulos configuran la obra: I. Las travesías, II. Rebaño místico, III. Un mundo que flota, IV. Las trincheras, V. El texto sembrado y VI. El niño expósito. Detengámonos en algunas de las escalas que pautan la odisea de sus mayores, los cuatro abuelos que emigraron de Italia hacia la Argentina en el siglo pasado.
El primer capítulo evoca la travesía Nápoles-Buenos Aires. La obertura despliega la visión de la amplitud marina con el aliento propio de la oda. De hecho, pensé en Lugones, el Lugones de la oda “A los ganados y las mieses”, al leer los primeros versos: “El barco ahueca con su peso el agua / bajo las sombras ferrosas de la noche; / deja su surco sobre la masa blanda”. La inspiración se sostiene a lo largo del centenar largo de versos que continúan a los tres citados. Endecasílabos, alejandrinos y heptasílabos, alternándose con otros de sílabas pares, pautan el ritmo remansado de la expresión. Las imágenes se presentan como fragmentos de un gran mosaico de colores esmaltados, en el que se mezclan (sin llegar a unirse) los solares destellos del pasado italiano y las áridas sombras del presente argentino, imágenes “que arman sobre el agua su precaria patria”.
El segundo capítulo (Rebaño místico) hinca la palabra poética en el desamparo interior de los abuelos exiliados. Los fantasmas de Domenico, Vittorio, Rosaria y Santina deambulan en una zona híbrida y gélida, hecha de turbios retazos de suburbio porteño y de luminosas reminiscencias de la tierra natal. Se destaca en este capítulo una dramática y conmovedora plegaria que libera el dolor de los emigrantes: “Ah, tómame del todo, Padre, / bébeme hasta el fondo, rápido: / siento que me desgarro en los olivos, / que escribo sin saberlo un poema con mi sangre…” El tercer capítulo (Un mundo que flota) está dedicado a Venecia, “la ciudad batracio”, según reza una bella imagen. Allí Bentivegna muestra su propio perfil atónito de sobreviviente: el de un nieto en el que se prolonga el dolor del exilio, “un extraño; / también él, un anfibio en esa tierra”.
En los capítulos IV y V (Las trincheras y El texto sembrado), la pobreza, el “ascetismo hambriento”, los dialectos, el “sacro comunismo campesino”, el “culto de las madres”, la “cosecha colectiva” y otras mágicas semillas arcaicas germinan en la memoria nostálgica de Bentivegna, arraigan en su texto, dándole vida a piezas líricas de gran poder evocativo. Valga de ejemplo un fragmento, un pequeño cuadro que incorpora otro en su interior, en el que un chico “en su pureza meridional señala / desde el ícono una tierra / completamente bella: // la tierra manuscrita // regada por la luz / que cae desde lo alto / como el oro…” L’Italia, la tierra manuscrita ? espléndida metáfora del terruño trabajado a mano, surco por surco ? es la tierra legible, vale decir: la tierra con significado; opuesta, claro está, a la nuestra, indescifrable por el momento.
En el capítulo final (El niño expósito) las evocaciones del pasado se concentran en un nudo de dolor en el que orfandad y poesía se funden. Dice por boca de su nieto el abuelo Vittorio: “En medio de la noche me abandonan / y soy apenas nada, / ni siquiera soy voz, soy solamente / un gemido…” Inmediatamente después de esta página, en un poema dedicado al “exterminador Vesubio” (“profeta formidable”), la imagen del abandono se hace extensiva a todo el mundo visible. La posibilidad de un mundo borrado por el fuego, la tierra baldía de la que habló Leopardi antes que nadie, se muestra en “visiones de Marte o de Saturno, / que bajan con las bombas a la tierra”. Completa la katábasis el relato del destino de su abuelo Vittorio durante la Primera Guerra Mundial: la clasificación de los cadáveres que llegan del frente. “Los organizo en filas; son como maniquíes / que por un encanto, por un soplo, podrían tener vida; / reviso la boca de muchachos ignotos / en los que tal vez persiste algún resto de tierra, / sus naranjos, su miel, su leche generosa”. Como puede observarse, no obstante la experiencia atroz, la esperanza no muere. Las últimas notas del libro son claras; prevalece el amor por la luz del “país de los limones”, “la tierna, dulce tierra de Italia, / con sus poetas tassos melancólicos”.
Del conjunto de citas que, a manera de señales de amistad, Diego Bentivegna distribuye por sus textos, quiero copiar una de A. de Lamartine que de algún modo condensa la sensación que dejan en la memoria del lector muchas de las poesías de Las reliquias: “Cuando el horizonte de la mañana estaba límpido, veías brillar la blanca casa del Tasso, suspendida como un nido de cisne de un acantilado de roca amarilla, cortado a pico por las aguas”. 
Ricardo H. Herrera
 
 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Cabiria ediciones en De La Mancha - Libros

Nos alegra anunciar que todos los títulos de Cabiria ediciones se encuentran disponibles en De La Mancha - Libros 



Av. Corrientes 1888 - Ciudad de Buenos Aires
Tel: (011) 4372-0189



jueves, 19 de diciembre de 2013

Lectura de siglo XX el Diario Perfil

Compartimos la reseña publicada en el suplemento Cultura del Diario Perfil, en su edición impresa del domingo 15 de diciembre pasado, de "Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral".


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lunes, 16 de diciembre de 2013

Reseña de Lecturas de siglo XX en el diario El Litoral de Santa Fe

Reproducimos la publicación en el diario El Litoral de la reseña de "Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral." en su edición del jueves 12 de diciembre pasado. La misma puede leerse también aquí.

Por Mateo Niro
“Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral”. 
Laura Isola (ed.). Buenos Aires, ediciones Cabiria, 2013.

Este libro de crítica puede ser leído en dos claves: con una serie de ocho ensayos de académicos de la Universidad de Buenos Aires (incluido un texto introductorio de Daniel Link) sobre libros y autores universales y canónicos del siglo XX; o como un sólido catálogo de modos de abordar críticamente la literatura. Al leer Lecturas de siglo XX, el referente puede ser considerado América de Kafka, los cuentos de Faulkner y Flannery O’Connor, Fuga sin fin de Roth, la poesía de Paul Celan, Bajo el volcán de Lowry o Matadero Cinco de Vonnegut; o, mejor, la crítica como género capaz de producir, cada vez, nuevos significados. Esta compilación evidencia los procesos de producción textual constitutivos del género, desde la selección del corpus en el inmenso mar de obras literarias célebres y laterales, la justificación del recorte, el abordaje eminentemente discursivo, su inscripción (o el trazado) en tradiciones más o menos forjadas, y la puesta en relación con otras obras del mismo de autor y de otros autores literarios y teóricos.
Tradicionalmente, quienes se enfrentan al desafío de la reflexión crítica académica encuentran modelos textuales inscriptos en dos polos extremadamente lejanos: los clásicos estudios de prestigiosos críticos (en Argentina, por ejemplo, por citar a los más contemporáneos, Sarlo, Ludmer, Piglia y el propio Link, entre otros) que pueden hallarse en anaqueles de grandes cadenas de librerías y en las bibliotecas universitarias, por un lado; y los trabajos leves de estudiantes que se derraman en páginas de Internet y que conforman esbozos o simples aproximaciones. Basta, para la ejemplificación de esto, colocar en el buscador cualquier nombre propio de escritor y/o libro. Para ambos casos, la elaboración rigurosa de un texto crítico medido queda lejana: uno por mucho, otro por poco. Este trabajo estos ensayos- viene a salvar esa carencia. Se trata de abordajes críticos de 15 ó 20 páginas ni 200 ni 4- que recorren con suficiencia una obra. Se reconoce solvente pero, a su vez, se muestra alcanzable.
La “lección inaugural”, de Daniel Link, deja huellas de todo esto pero, de alguna manera, morigera las consideraciones. Dice que Lecturas de siglo XX se trata de “un manual de enseñanza no presencial que también puede entenderse como un manojo de cartas de amor”. Pero no es sólo eso: se trata, además, de un manual de manuales de enseñanza, de un secretario de cartas de amor.

martes, 8 de octubre de 2013

Lecturas de siglo XX en Librería Norte


Ya puede adquirirse Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral de Laura Isola (ed.), junto con el resto de los títulos Cabiria ediciones en Librería Norte.



Avenida Las Heras 2225 (1127). Ciudad de Buenos Aires
Tel/Fax 4803.3944 Tel 4807.2039

lunes, 30 de septiembre de 2013

Reseña en Poesía Argentina

Libro Las reliquias
Diego Bentivegna
Córdoba, Alción, 2013, 68 páginas


 
El oficio de la memoria
Por Mateo Niro.

Las reliquias es un poemario hecho de memoria. No es justo esto, no. El poemario, más bien, hace la memoria, la construye. Así lo dice como rezo el verso inaugural (“Trabajo la memoria”) y así, verso tras verso, se van tallando los recuerdos. El verbo “trabajar” en sus acepciones transitivas carga con la ambigüedad semántica de, por un lado, quien emprende la tarea artesanal, quien cincela, pero también de quien mortifica.

Nos detendremos en ciertas huellas del libro que permitan justificar estos sentidos expuestos. Por ejemplo, la marca de la dedicatoria a sus abuelos, con sus nombres musicales, Domenico y Vittorio; Rosaria y Santina, que no están, pero que este poemario los trabaja. “Los veo”, dice al final de la dedicatoria, como sentencia, como revelación por solo decirlo. Parecen recuerdos que se materializan por la evocación, por la performatividad de la palabra poética que los levanta y los echa a andar. Como una revancha al no somos nada de velatorio, este libro pareciera sostener que somos el eco de los muertos que ahí están, que, como dice uno de los poemas, rodean la casa. Otra huella es la de ese primer poema antes citado que funciona como un catálogo de principios, aquello que definirá orden y jerarquía a lo largo del texto, que suscribe que el antónimo de la memoria no es el olvido sino el silencio. Como un grupo de niños que gritan en la catacumba para sentir el rebote de la propia voz deformada, y que si no se la exige, sino se la fogonea, se va apagando y queda la nada.

La primera vez que se escucha la palabra “reliquia” en el libro está en los albores de lo que se constituiría como cuerpo del poemario, cuando ya se acabaron los principios y sobreviene la duda, modalidad que se acerca más a lo imposible de la resurrección de nuestros muertos, que sirve para interpelar al contemporáneo que somos y le exige respuesta: “¿Podremos esta vez aferrar aquellas fotos?/ ¿rescatar de la arena resabios de reliquias?/ ¿llevarnos a los labios ya ningún crucifijo?/ ¿clavar en los baúles ajadas estampitas?”, dice el poema. “Reliquia” es una muy bella palabra que pareciera gozar de cierta recursividad, ser ella misma lo que nombra. ¿De qué están llenas en este poemario esas reliquias? No lo sabemos en su totalidad, porque como esos trastos que recién se rescatan de los naufragios, aún no es tiempo de la disección y de separar la paja del trigo. ¿Para qué nos serviría, también, si este libro no nos empuja a hacer un museo de la memoria sino una factoría que amasa pasado? Algunos de los retazos que la componen, eso sí, son las plegarias, el murmullo en lengua italiana, algunos nombres propios, el yugo proletario de los antepasados, los cuerpos lacerados de la guerra y una novedad letrada que se cuela como paratexto, nos guía e interpreta. Valga como botón de muestra unas breves y heterogéneas oraciones de una página cualquiera:

(Vittorio, Munro o Florida, 1956 o 1957; fábrica de Gránix; capilla y convento de San José)
Donde hay un puentecito o una hilera de piedras para facilitar el cruce, es obra de los vecinos.
R. Walsh, Operación masacre.

No es el Isonzo, no, eso que guardi,
Es sólo un arroyo donde vierten

las fábricas su líquido,
desperdicios de agua moribunda
la atraviesa el puente de metal
que por la tarde cruzan las ovejas de la Gránix,
el rebaño sumergido en su silencio luterano:

es agua que se escurre en los canales
en un humano barrio de extranjeros,
con sus rusos, gallegos, italianos,

sus pequeñas venecias o salónicas:

poblaciones traídas en carcasas
por el Paraná o el Plata, con su austera
aspereza, sus hablas de una plácida tierra
románica, de una llanura mística y eslava;
sus carbonerías,

su madera en capillas palotinas
de apóstoles lustrosos con  manos carpinteras:
dispersos oratorios de suburbio donde Cristo
se retuerce en la noche como un verme.

A propósito de la cita, otro tópico del poemario es el agua que fluye, que se detiene, que hace barro. Todos estos versos están mojados como los pies del pescador que no sólo al arriar las redes se confunden con el agua, sino también cuando aman, cuando sueñan y se despiertan en colchones de lana. Esos pies están hechos de agua. Así, un rosario de mares y olas, orillas y escolleras, archipiélagos y estuarios, barcos y sirenas riegan la memoria que estos poemas trabajan, la nutren para que crezca sana. Son los fantasmas que arman sobre el agua su precaria patria. Por último, y para terminar esta reseña, de vuelta acá, podemos exigirnos un ejercicio de lectura inverso al que trabaja el poemario: así, deconstruir ese pasado, deshistorizarlo, que el hilo de Ariadna regrese a su ovillo. ¿Qué queda, entonces? Soy lo que resta, dice el poeta. Tal vez, como él mismo se llama en sus Reliquias, quede el hijo de la espuma.

Poemas de Las reliquias

(Doménico, frente de Los Alpes, 1917)


Camino por la nieve como un ciego,
un molusco que se asoma del agua en la luz blanca:

deambulo por los caminos que siguen el Isonzo,
el Piave, el Tagliamento
(¿son ahora éstos mis ríos?),
senderos que bordean
tranquilos la corriente, se internan
entre manchas de casas que podrían
dormitar ahora mismo en un suburbio quieto:
en silencio, en apagadas manzanas donde nacen
patios con albahaca, macetas de cemento
con pasto mitigado, menta
que crece en las hendiduras de los techos,
hierba que se duerme con luz en las terrazas;

parras donde las uvas se enternecen,
se hacen moradas, negras, con el calor de marzo.


(Plegaria)
Poi s`ascose nel fuoco che li affina.
Dante, Purgatorio, 148.    
  
Ah, tómame, Padre,
bébeme hasta el fondo, rápido:
siento que me desangro en los olivos,
que escribo sin saberlo un poema con mi sangre,
con el agua de vida que se abre paso por mis venas.

Ignoro desde dónde brota mi agua.
Rubrico con una  sola letra esta, mi muerte,
que no llega, que se esfuma
como, cuando atardece, se vuelven impalpables los zorzales.

Soy un cuerpo exiliado que se purga,
que se afina dentro de una llama.

Enlace a la publicación: http://poesiaargentina.com/revista.php

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Colección Elementos


Colección Oxímoron

VOCES Y ECOS, de Daniela Lauría y Mara Glozman, coeditado con Ediciones BN, se puede encontrar en la librería de la Biblioteca Nacional.




Librería de la Biblioteca Nacional | Agüero 2502 - Planta Baja | libreria.bn@gmail.com

Colección Oxímoron

CASTELLANI CRÍTICO, de Diego Bentivegna, se puede encontrar en la librería Leonardo Castellani de la Universidad Católica de La Plata.


Librería Leonardo Castellani - Calle 57 Nº 936 e/ 13 y 14 (C.P. 1900) La Plata.  libreria@ucalp.edu.ar
Sede Ciudad de Buenos: Uruguay 865.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Lecturas de siglo XX, en librerías

Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral, de Laura Ísola (ed.) con Lección inaugural de Daniel Link, flamante publicación de Cabiria ediciones, junto a sus otros títulos, ya pueden ser adquiridos en:

Gambito de Alfil - Libros
Puán 511 - CABA


Santiago Arcos  - Librería
Puán 467 - CABA

lunes, 16 de septiembre de 2013

Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral

Nos complace anunciar la reciente publicación del último título de Cabiria ediciones: Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral (Laura Ísola, ed.) con Lección Inaugural de Daniel Link. En  esta obra se ponen en tensión pedagogía y contenido a partir de una original propuesta de la cátedra "Literartura del Siglo XX" de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Daniel Link, responsable de la cátedra, describe al libro como "... un manual de enseñanza no presencial que también puede entenderse como un manojo de cartas de amor. Amor a la letra, a la enseñanza y al trabajo en común."

 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Los que fueron, en La voz del Interior

Compartimos la última reseña del libro de Cecilia Romana, publicada en el suplemento cultural "Ciudad X" del diario La voz del Interior.


sábado, 24 de agosto de 2013

Reseña de Los que fueron, en ADN

En una nueva alusión al detalle como protagonista indispensable de Los que fueron, se publicó esta reseña en la edición del viernes 23 de agosto en el suplemento "ADN Cultura", del diario La Nación.

 






martes, 16 de julio de 2013

Sobre Las reliquias, de Diego Bentivegna

El mismo día que se presentó el libro de ediciones Cabiria, Los que fueron, también salió a la luz Las reliquias, de Diego Bentivegna (Alción). Acá, la réplica de la crítica del poemario que realizó Cecilia Romana para el diario El litoral de Santa Fe.


Éste es el primer libro de poemas de un pensador.
Un ensayista, un traductor, quien está más acostumbrado a razonar que a dejarse guiado por la intuición, escribe poesía con la sangre, porque hay allí un compromiso más específico que el del poeta puro.

Diego Bentivegna ha experimentado la tensión y el miedo del clavadista antes de saltar, pese a que su libro tiene un tono más bien calmo. Cuánto le habrá costado llegar a esa calma.
Las reliquias es un volumen de puro trabajo. Primero, sobre la memoria personal, sobre el recuerdo de la propia vida. Después, en relación con el lenguaje que, en este caso, no es otra cosa que la traducción en palabras de un sentimiento muy profundo, de uno que habría que rastrear hasta las raíces primigenias del autor, un doctor en Letras, investigador del Conicet, traductor de Pasolini, y cuántas cosas más.
Las influencias son notorias, más en una tonalidad que en el ambiente: Ungaretti, Montale, algo de la italianidad expectante de Europa y la puramente extasiada de América. La de sus padres y abuelos, la que anda pivoteando entre el sueño y la realidad, entre lo que podría ser y lo que es. Trazos de la ensoñación de Viel Témperley, quien podría haber sentido en los corderos de Bentivegna su propia patria. Y siempre, la limpieza formal, porque a través de la claridad es donde se lee la total sorpresa del autor.
La experiencia poética de Diego es el paso firme de un adolescente a la juventud, ya que no hay pasmo infantil en el libro ni, mucho menos, reconcentración de viejo ante los hechos. Para quien escribe de barcos que llegan transportando su sangre al continente, para el que cuenta cómo era esa Argentina que los recibió, los barrios del suburbio, los gajes de sus ancestros, siempre vistos desde el interés filial y, por qué no, antropológico, escribir un libro de poemas no es algo de todos los días. A Bentivegna se le fue la sangre en cada verso, se le fue la piel. Todo tamizado por su observación intensa de conocedor de una lengua y quien dice conocedor, dice amante-.
 
Esperamos el vuelo de pájaros que migran
sobre nuestras cabezas,
de las lentas bandadas que se arrojan
de pronto en los sembrados de una isla.
 
Como en una ruleta arreglada, en el único destino que cree Bentivegna es en el que marca el trabajo, la fe extrema en una vida mejor, la esperanza. Siempre la esperanza, como un faro, no sólo de su familia que llegó de Italia, sino de él mismo, de su literatura que, al convertirse en poesía, apuesta.
Porque la poesía, a pesar de ser la más vieja de todas las literaturas, es la más viva, la que no depende del valor de cambio, la que renace cada día bajo voces nuevas que, por intuitivas, al menos, se alzan a nivel de las antiguas.
Hay una pequeña nostalgia en Las reliquias. Una pregunta más bien, pero de esas que se hacen para responderse a sí mismo y afirmarse en lo único que hace al poeta algo diverso del resto: ¿dónde estoy y por qué? ¿Este es mi primer paso o el último?
En esa tensión camina el libro de Bentivegna, pero siempre bajo el auspicio de la providencia, que alimenta todo, hasta las noches más oscuras de un escritor.
 
El link del diario, aquí.

miércoles, 19 de junio de 2013

Librería Norte


Todas las publicaciones de Cabiria ediciones, inclusive Los que fueron, de Cecilia Romana, el flamante libro de la editorial, pueden adquirirse en

 
Avenida Las Heras 2225 (1127). Ciudad de Buenos Aires
Tel/Fax 4803.3944 Tel 4807.2039

martes, 18 de junio de 2013

Reseña de Los que fueron en el diario El litoral de Santa Fe

Bajo el título "Un registro del mundo en el detalle", el diario El litoral de la Provincia de Santa Fe publicó en su edición del jueves 23 de mayo una extensa reseña sobre Los que fueron, de Cecilia Romana.
Por Diego Di Vincenzo
Cecilia Romana ha sido y sigue siendo una aventurera entusiasta de las ocasiones literarias. Y digo “aventurera” como quien dice: la producción y la circulación de la poesía es un ejercicio cargado de alegría, unido indefectiblemente a la amistad como asociación de intereses comunes, espacio de arrojo vital y poético. Aventurera, además, porque la ocasión de la literatura es siempre un impulso hacia lo que todavía no ha sido dicho. Fundadora con Marina Serrano y Mercedes Araujo del sello Sigamos enamoradas (tal vez uno de los intentos más genuinos por desarropar a la poesía de sus tufos académicos, solemnes y bastardos), esta poeta bonaerense nacida en Martínez a mediados de la década del setenta, residente y conocedora alucinada de la ciudad de Santa Fe, obtuvo en 2006 el prestigioso Premio de Poesía Iberoamericana Sor Juana Inés de la Cruz (Conaculta, México), y además de publicar poesía (Flota, hangares y otros trabajos mecánicos, Ediciones del Copista, 2004; No lo conozcas, 2006, merecedor del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, entre otros títulos), también escribe narrativa para niños (Fue acá y hace mucho. Antología de leyendas y creencias argentinas, en Kapelusz editora), edita antologías (Hotel Quequén I, II y III) y participa en libros de texto como colaboradora de Kapelusz, la centenaria editorial escolar.
En Los que fueron se diría que hay un sino de profeta, una voz que sentencia y desgrana su tradición en el mundo de los antiguos griegos, los hebreos bíblicos, la fauna del horóscopo chino. Se trata de una serie de poemas que beben de las mamas ancestrales de la Naturaleza, del ciclo (ritual) de la sucesión de la vida. En efecto, una poesía profundamente primitiva en sus evocaciones y gestos, asociada al despertar de la vida como estado salvaje, al destello de lo que busca abrirse paso a través de la máscara ominosa de las culturas urbanas: tal vez por eso casi no hay mención de la Ciudad de Buenos Aires; sí, en cambio, de algún barrio de Santa Fe capital, donde Romana residió unos años, y de espacios y tiempos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires (Maipú, la avenida principal de Vicente López). También recuerdos de infancia, es decir, de ese relato primario que es prehistoria de identidad y futuro. La única alusión de una calle porteña (la palermitana Honduras, en el poema “Una alfombra para dos escritores”) registra una experiencia amorosa fallida. Una poesía que encuentra lo esencial de la experiencia humana en lo que ésta tiene de primigenia, abarrotada y caótica (mítica). El libro se abre con una cita del gran poeta griego Capetanakis: ... la sempiterna ambigüedad de las cosas/ que hace que nuestra vida signifique muerte, nuestro amor sea odio, y se cierra con el mismo espíritu (los versos finales del último poema del libro “Terrier”, dicen esto: ... sobre esta brutalidad construiré nuestro amor).
Por eso, este poemario evoca a Tiresias, el sabio ciego de la tragedia griega (el género de Dionisio, origen del teatro, dios del ciclo vital que se hace trizas y vuelve a vivir; dios del desenfreno: Un día una noche estaba borracho y me dijo: te quiero mucho, mucho, mucho, se lee en “Una noche-un día”), trae a los indios, y a los soldados, los regimientos, la guerra, es decir, a esos actores de la largas luchas intestinas previas a la instauración del Estado nacional. Por eso, hay San Francisco (el “santito” de la oda eterna a la Creación, a la naturaleza, a los animales), y hay tierra, flores y otros modos de resistir las mediaciones de la civilización técnica. La evocación del mundo dionisíaco, decíamos, pero también de la fuerza vital de Nietzsche o de la amenaza al Ser de Heidegger; un persistente olor de temas y tópicos también preurbanos, los de la poesía española medieval: Querrías ser mi hijo, soldado, piensa en “Gajes del ama de casa”).
Como señala uno de los poemas (hay una cierta fijación por el detalle), la forma de la enunciación en que este sujeto poético quiere construirse encuentra un registro del mundo en el detalle, en los intersticios o huecos; mira con lúcida sorna lo que queda fuera del poema (en particular, a los varones, a quienes reverencia con afán maternalmente erótico), y ese mundo se levanta en el poema evocado por una voz aniñada que, la mayoría de las veces, no comprende bien lo que allí sucede. Entre esas formas, se cuela también una rebeldía nunca colérica, más bien risueña, al estilo de la Alicia de Carroll, o maravillada, como la que nos entregó para siempre el pequeño Rimbaud. Rebelión que es pregunta, tristeza, despabilo.
Como las mujeres que habrán sido sus abuelas o tías, que mirarían por la ventana mientras zurcían calcetines, el mundo del que esta Romana se preserva tiene espacios privilegiados: la casa y el barrio, los baldíos, las flores y los animales, un marido y una hija, un amor para siempre.
Querría, querido lector, invitarlo con especial recomendación a leer este libro. Ya se sabe: se edita poesía a través de premios y premiaciones, proyectos independientes. Pero las tiradas son chicas, y la distribución, escasa. No hay duda de que la mejor manera de acceder hoy a la poesía es a través de Internet. ¡Quiera el editor de Cabiria desparramar estos versos por el mundo a través de la web! Tendrá usted, entonces, la ocasión de asomarse a una poesía que guerrea contra la automatización de la vida. Y que busca refugio en los espacios más inmediatos (a diferencia de los grandes proyectos estéticos del siglo XIX, en los cuales todo estaba lejos de casa), en los que Romana asienta todo su proyecto poético.
La nota original, acá.

martes, 11 de junio de 2013

Pastilla sobre Los que fueron

Pastilla sobre Los que fueron, de Cecilia Romana (Colección Vidanueva, Cabiria ediciones),
 publicada en el último número de la Revista Ñ de Cultura, del diario Clarín.

sábado, 8 de junio de 2013

Librería Guadalquivir

La flamante publicación de Cabiria ediciones, Los que fueron, y el resto de sus libros, pueden adquirirse en LIBRERÍA GUADALQUIVIR
(Callao 1012, Ciudad de Buenos Aires -
Tel. 4815-1190/2).

viernes, 7 de junio de 2013

Presentación de Los que fueron, de Cecilia Romana

El viernes 31 de mayo se presentó en la Biblioteca Nacional el nuevo libro de Cabiria ediciones, Los que fueron, de Cecilia Romana. En la ocasión, también se presentaron Las reliquias, de Diego Bentivegna (Alción) y La única cosa necesaria, de Marina Serrano (del Copista).